Con san Juan,
ciertamente estamos frente a un evangelio diferente el cual pretende enseñar y
presentar a Jesús en su misión. En él, y como ya lo dijimos, los milagros son
signos. Los discurso, más que discursos de Jesús son discursos sobre Jesús
(proclamaciones de la fe de una Comunidad -Iglesia- enamorada profundamente del
Hijo de Dios, Palabra hecha carne).
Las
controversias no versan sobre los problemas del tiempo de Jesús: La ley, el
sábado, el templo, el ayuno, los alimentos puros e impuros, la oración, las
limosnas (como especialmente ocurre en los Sinópticos), sino sobre la persona
misma de Jesús como Mesías y Enviado del Padre.
El Cuarto
Evangelio se deja estructurar o dividir de modo fácil en dos grandes partes
antecedidas por un prólogo y seguidas por una conclusión. Sí, la manifestación
de Jesús en este Evangelio se desarrolla en dos grandes partes que son a su vez
como dos círculos en que resplandece la luz. Una primera parte en que Jesús se
revela al mundo, a Israel, a su pueblo (cc.1-12), y una segunda parte en la que
se manifiesta a los suyos, a aquellos que componen ya el círculo de la nueva
comunidad de creyentes (cc.13-2021). El fundamento literario que garantiza esta
división general del IV Evangelio radica en las dos conclusiones que cierran
cada una de las partes (12:37 – 50 => 20:30 – 31). En cada una de las
conclusiones se recoge el mismo tema de la revelación de Jesús a través de los
signos (12:37=> 20:30), junto con la respuesta de los judíos (12:37-42) y de
los discípulos (20:30 31) ante quienes realizó Jesús tales manifestaciones.
(Cristo, Pan de Vida. Jn: 6. Caba. s. j. José. BAC. Madrid. 1993. Pág. 28-29).
Prólogo (Jn: 1).
Anticipa los
grandes temas del evangelio: la Palabra, la luz, la verdad, el mundo, la
oscuridad. Y junto al prólogo, los primeros testimonios que presentan a Juan
como el último gran profeta que señala a Jesús como el Mesías, aquel a quien
anunció Moisés. Este grandioso y difícil himno, condensa con términos muy
sencillos, una larga reflexión teológica. Su característica peculiar, es la
cierta construcción concéntrica (quiástica) de la cual se
sirve. Veamos:
·
Los vv. 1-5 sitúan el Verbo en su eternidad y su
acción creadora; Los vv.16-18 insiste en la revelación llevada a cabo por
Jesucristo.
·
Los vv. 9-11 parecen presentar las venidas de la
Palabra al mundo y al pueblo judío (los suyos); el v. 14 celebra la
encarnación.
·
En el centro (vv. 12-13) se haya situada la
filiación divina, ofrecida a los creyentes.
El arraigo
bíblico del prólogo juanino es evidente: "Al
principio" el evangelio inicia como el primer libro de la Biblia. Así,
la venida del Señor Jesús es un nuevo comienzo del mundo (Mc:1:1). Llamar a
Cristo “ ”, le sitúa en la
corriente bíblica sapiencial. Dios crea mediante su Palabra (Gn: 1; Is:40:26;
Sal:36:6ss) o mediante su Sabiduría (Sab:7:22), a quien ha dado el ser antes de
todo y que vive a su lado (Prov: 8:23-36; Sab:7:22-30). Esta sabiduría, es
decir, Dios mismo, ha venido a habitar entre los hombres (Eclo: 24:1 - 22), y a
ella a veces se le identifica con la Ley, presencia de Dios entre su pueblo.
Pero llamar a Cristo " " le ubica también en el
pensamiento noble de los estoicos, para quienes este es el principio que mantiene la
cohesión del mundo. Habitó,
literalmente "puso su tienda entre nosotros" (Cfr. Eclo: 24:7-8). El
vocablo griego (tienda) parece
aludir a la shekiná, la presencia real de Dios en medio de su pueblo. Jesús es
el verdadero Templo, desde dónde irradia para nosotros la gloria.
Capítulo 1 en general: Todo se
desarrolla en función de dar testimonio del Señor Jesús. La comunidad
(1:12-14). Juan el Bautista (1:19 - 44). Sus primeros discípulos (1:35-51).
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